Renovar las relaciones y seguir afianzando los lazos entre la República Dominicana y la República China de Taiwán es uno de los propósitos primordiales del Ministerio de Relaciones Exteriores y el canciller Andrés Navarro.
Se han formulado múltiples explicaciones sobre el “milagro de Taiwán”, refiriéndose al fenómeno de desarrollo económico de la isla de Formosa. No puedo negar, que más allá de las teorías económicas y del desarrollo, me preguntaba, quizás como muchos otros, cómo un país tan pequeño se había convertido en una nación tan grande. Creo que si no en su totalidad, en gran medida recibí la respuesta a mi cuestionante en la primera visita oficial que realicé a Taiwán en abril del 2015, en mi condición de Canciller de la República Dominicana.
En esa oportunidad, en medio de una intensa agenda oficial, el gobierno de Taiwán programó mi visita al memorial de Chiang Kai Shek, en el cual se recoge no solo los momentos claves de la vida del fundador de Taiwán, sino de la historia misma de esa nación. Al llegar a la sala donde se encuentra una estatua monumental de Chiang Kai Shek, veo en el muro posterior a la efigie tres mensajes en mandarín grabados en el mismo. Al ver dichos textos, le pregunté a uno de nuestros acompañantes sobre su significado, explicándome que consistían en los tres pilares de la sociedad taiwanesa, a saber: Ética, Democracia y Ciencia.
Confieso que eso me impactó al instante, al descubrir la respuesta a mi cuestionante sobre el desarrollo de Taiwán, más allá de las explicaciones relativas al modelo de economía abierta basada en las exportaciones que asumió Taiwán en un momento en que la tendencia era el modelo proteccionista. Ética, Democracia y Ciencia nos refieren a tres condiciones para el desarrollo sostenible de sociedades como la nuestra. En efecto, la Ética implica en el Estado un ejercicio del servicio público no solo moral sino también efectivo, procurando tanto la transparencia y el uso pulcro de los recursos, como la eficiencia y efectividad de los mismos. Por su parte, la Democracia nos remite a la autodeterminación de los pueblos a través de formas de gobierno condicionadas por la voluntad colectiva, con mecanismos que garanticen la incidencia y participación de la sociedad. Y la Ciencia, como quehacer permanente de generación y socialización del conocimiento, expresado en tecnologías perfectibles para el mejoramiento de la calidad de vida de la población.
Si nos detenemos un momento a verificar qué impacto puede tener sobre una sociedad que la gestión pública se caracterice por la Ética, la Democracia y la Ciencia, podemos llegar a la siguiente conclusión:
– La Ética en la gestión pública genera confianza desde el pueblo al Estado, ya que el servicio público es percibido como garante de los recursos y valores colectivos de la sociedad.
– La Democracia real y efectiva, cuando va más allá de lo representativo y alcanza la condición de participativa, genera legitimidad en la actuación del Estado, ya que la población percibe que las decisiones son expresión del interés colectivo.
– La Ciencia aporta los conocimientos, métodos, tecnologías, instrumentos y herramientas que facilitan la eficiencia y sostenibilidad en la producción de bienes y en la dotación de servicios para satisfacción de las necesidades individuales y colectivas.
Confianza, Legitimidad y Eficacia, como resultado de una gestión ética, democrática y basada en el conocimiento, probablemente es lo que hace diferente a una sociedad de otra en la ruta del desarrollo. Taiwán hoy se exhibe como una nación que ha sabido construir su grandeza sobre la base de valores muy arraigados en la sociedad, desplegando grandes inversiones por todo el mundo y aplicando amplios programas de cooperación internacional para el desarrollo. A penas con unos 36,200 kilómetros cuadrados de territorio y con no más de 24 millones de habitantes, la República China de Taiwán, más que su tecnología, tiene mucho que mostrarnos de su cultura y de sus valores colectivos.
Precisamente confirmé lo anterior en la reciente visita que realicé a Taipei, representando al Presidente Danilo Medina en los actos de traspaso presidencial del 20 de mayo del presente año, con la juramentación de la Dra. Tsai Ing Wen como nueva Presidente de Taiwán. En su discurso de toma de posesión la Presidenta Tsai describió la situación del país, esbozando los principales problemas a enfrentar y destacando todas las potencialidades ambientales, culturales, económicas y sociales. Todo su discurso fue una manifestación de preocupación por los sectores más vulnerables de la sociedad, a saber: los niños, los jóvenes, los ancianos y las comunidades aborígenes de Formosa.
La Presidenta Tsai destacó en su alocución ante miles de ciudadanos, y frente a cientos de invitados extranjeros, que Taiwán tenía que avanzar en la transformación de sus instituciones para ser más confiables ante el pueblo, especialmente en el ámbito de la justicia; que Taiwán tenía que fortalecer su democracia mejorando el diálogo con la sociedad civil y con las comunidades étnicas; y que Taiwán debía eficientizar cada vez más su productividad no solo para ser más competitivos en los mercados internacionales sino para garantizar que el desarrollo tecnológico no comprometiera los recursos naturales de su pequeño territorio. Sin duda alguna, en todo el discurso de la nueva mandataria taiwanesa se reiteraba de una forma o de otra la alusión a los tres pilares grabados en el Memorial de Chiang Kai Shek: Ética, Democracia y Ciencia.
Sin pretender asumir a Taiwán como una sociedad perfecta, lo que quedó evidenciado en el discurso crítico y reflexivo de la Presidenta Tsai, la experiencia de Taiwán nos muestra que las políticas públicas deben estar cimentadas sobre valores colectivos, que las orienten siempre al bien común. Es indispensable que la actuación del Estado promueva valores, no con discursos publicitarios, sino con testimonios permanentes y concretos. Valores que nos muevan a ser una sociedad más solidaria, más ética y democrática, una sociedad más vinculada al conocimiento, una sociedad con propósitos.
Estoy convencido que para que el Estado sea un real promotor de esos valores no es necesario que intente inventarlos para socializarlos, pues ya existen en la intimidad de numerosas comunidades y organizaciones de bases, en el interior de múltiples instituciones y empresas del sector privado, en la cotidianidad de entidades sociales, académicas, religiosas y asociativas. Lo único que debe hacer el Estado, y específicamente los funcionarios públicos que dirigimos las instituciones oficiales, es tener la suficiente humildad para escuchar, conocer, aprender y practicar una nueva forma de gestionar las políticas públicas, logrando mayor confianza, legitimidad y efectividad para el desarrollo de nuestra gente.
El Estado, más que un generador de valores debe ser un promotor, un multiplicador de los valores de bien común que, por muchos años, se han venido fraguando en la cotidianidad más sencilla del pueblo dominicano. Ética que genera confianza, Democracia que genera legitimidad y Ciencia que genera efectividad, pilares para afianzar la ruta del desarrollo.